Terapia de pareja

La terapia de pareja es una terapia para dos. Hay terapia de pareja siempre que ambos tengan interés en hacerlo. Cada uno debe asumir su responsabilidad en el cambio. Deben interactuar, no sólo esperar que la terapia cambie la pareja. Si uno de los dos miembros no quiere colaborar, se dificulta el proceso. En general, la familia política y la educación de los hijos son temas de discusión recurrentes en las parejas que acuden a terapia para mejorar su relación.

            La función del terapeuta no es aconsejar ni dar la razón a uno frente al otro, sino ser equitativo, tratar de conocerles y reflexionar con ellos. La pareja es cosa de dos, pero en ocasiones necesita de un tercero neutral que haga de espejo. No se trata de ser un árbitro ni convencer.

            En un principio, parece que los dos quieren lo mismo, pero es importante que a través de la escucha, así como de las preguntas y las interpretaciones del terapeuta, el uno pueda escuchar al otro y escucharse a sí mismo para poder decir lo que piensan realmente, lo que quieren de verdad, que a veces puede ser la separación.

            Durante la terapia, la pareja llega a decirse cosas terribles, como si quisieran destruirse, por eso es importante que el especialista cumpla una labor de contención, señalando las cosas buenas que siguen gustando del otro y no sólo centrándose en lo que irrita.

            Uno de los elementos principales es plantear la importancia de una comunicación directa y sincera en la pareja. Hacerles ver que si surge un conflicto de esa magnitud es porque se trata de un tema relevante y debe ser muy importante para ellos, de ahí la necesidad de aclararlo. Pero existen modos más adecuados de hacerlo.

            Las discusiones se pueden controlar explicando las funciones de las mismas:

  • Son buenas (no negativas): es imposible que dos personas tengan siempre los mismos intereses, gustos, etc. Si no se discute puede que haya un problema de aserción y uno siempre ceda para no discutir.
  • Constituyen un punto previo, ya que son una oportunidad para aportar puntos de vista y aclarar situaciones de conflicto.
  • Deben ser constructivas y no surgir a raíz de temas nimios.

            Directrices para llevar a cabo discusiones constructivas:

  • Valorar la relevancia del conflicto. Debe ser un tema importante.
  • Discutir para aclarar un tema.
  • No salirse del tema de discusión.
  • No establecer una lucha. No agredir al otro ni de obra ni de palabra.
  • Centrarse en hechos y datos. No inferir las intenciones del otro.
  • Ponerles fin: orientativamente cuando los datos y argumentos se repiten por 3ª vez ya no hay más que aportar.

            A la hora de la reconciliación algunas cosas a tener en cuenta son: dar un tiempo a que el enfado se pase, no ser orgulloso y  no dejar que un malentendido o desacuerdo ponga en duda una relación con otras muchas cosas buenas. Enfadarte con quien quieres es normal, nos enfadamos con nuestros padres y hermanos, cómo no hacerlo con nuestra pareja. Lo importante es reconciliarse y analizar en frío qué ha pasado, en qué hemos fallado y tratar de corregirlo para que no vuelva a pasar. Ser humilde y aceptar nuestros errores, respetar el enfado del otro y darle tiempo a que esté preparado para perdonarnos y hablar de lo ocurrido.

            Si aprendemos de ello, mejoramos nuestra forma de comunicarnos, expresar desacuerdos y enfados, la pareja sale reforzada y preparada para solventar mejor el próximo  malentendido o desacuerdo. Si no aprendemos ni cambiamos nada, podemos dejar de sacar temas importantes por no discutir, pero que no se resuelven, sino que se acumulan hasta que salen de mala manera y/o en un mal momento, haciendo imposible negociar ni resolver nada.

            La incapacidad de resolver conflictos o respetar y aceptar distintos puntos de vista o necesidades son caldo de cultivo para la infidelidad y la separación.  Si no hay perdón la crisis no se supera.

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